Esta es una pequeña anécdota que me contó recientemente una amiga de Boston. Trabaja para una empresa de telefonía. Lleva ya 10 años dejandose la piel en su cubículo, sin quejarse, con sonrisa en el rostro todos los días, a parte de una buena dosis de maquillaje, y vestidos de esos que alegran el paisaje. Hasta en enero es capaz de vestir de naranja y le queda bien!
Mi amiga es, como dirían aquí en Hollywood, una “total diva”. Tendrá sueldo de secretaria, pero orgullo de jefa. Maneja un Toyota, pero le luce mas que a otras un Audi. Y como buena mexicana, hace honor a eso de: el que se enoja, pierde. Y también sabe que las “chingaquedito” ganan siempre todas las batallas.
Y es que un día, el jefe le llego a su mesa y le dijo: mira, te vamos a asignar un estacionamiento en el nuevo parking, el que esta a dos bloques de nuestro edificio, porque tu espacio de ahora se lo vamos a dar al nuevo jefe regional de ventas. Mi amiga le hecho mirada de “no mames, guey”. Sabia perfectamente que este era el precio por haberse negado a ir con el a tomar una ultima copa juntos y solos después de la fiesta de navidad de la compañía. Pero aun así, le contesto: “OK, no hay problema. Así caminare mas cada día, y me ira bien para la salud, y allá en el otro estacionamiento mas alejado, donde no hay casi carros, nadie me rayara las puertas! Me parece una idea fantástica!”
El jefe se quedo sorprendido. No se esperaba esta. Mi amiga no le presento batalla ni queja! Así que se levanto para abrirle la puerta de la oficina y darle las gracias, cuando mi amiga se volteo y le dijo despreocupada: “ah, se me olvidaba! El otro lugar no tiene buena iluminación, ni cámaras de seguridad, ni tampoco guardias. Y como yo salgo de trabajar a las 10 de la noche, espero que no me pase nada, porque si algo me sucediera en territorio de la compania… seria muy lamentable.” Con una sonrisa de lo mas maléfica que pudo, y enmarcada por cantidad industrial de lip gloss, mi amiga salio airosa de esa oficina, dejando al super jefe temblando ante el mero pensamiento de una demanda millonaria.
Al día siguiente, mi amiga recibió tempranito un e-mail: “a partir de ahora, señorita Gomez, un guardia de seguridad la escoltara a su auto. Es requerimiento de la compania que usted no camine sola ni de ida ni de vuelta al estacionamiento de la zona 3.”
Esa noche, mientras el jefe caminaba a su parking , un carrito de golf de los de seguridad lo adelanto. Mi amiga, sentada ahí con el guapo “security’, lo saludo con la mano cual reina de concurso de belleza en el desfile de coronación. Con un guiño de la inmensa pestaña postiza y sin palabra alguna le dijo: “ aquí, la diva no camina. Y ahora la diva tiene tratamiento VIP.”
El tiro… por la culata… y la victoria de una estratega con zapatos de plataforma.
Jamas subestimemos el poder de una secretaria que se levanta dos horas antes para ondularse el cabello y decidir que aretes le hacen juego con el bolso.